miércoles, 19 de noviembre de 2014

Buscando a Wally.

“La apertura del muro me pilló durmiendo, exhausta tras la mudanza. El 9 de noviembre estrené mi primer apartamento en Berlín Oeste. Había salido del otro lado, de Alemania del Este, en septiembre de 1989, medio año después de que (en la noche del 5 al 6 de febrero) los disparos acabaran con la vida de mi hijo Chris, de 20 años. Dos días después, junto a mi otro hijo Stephan, cruzamos a la avenida de Britzer en Treptow para ver el sitio exacto donde habían disparado a Chris y murió desangrado. El lugar, aquel día, no lo encontramos” (KARIN GUEFFROY Madre de Chris Gueffroy, último asesinado al cruzar el muro).

El día nueve de este mes de noviembre se cumplía el 25 aniversario de la caída del Muro de Berlín. Mucho se ha escrito durante este tiempo sobre el acontecimiento mas importante de la segunda mitad de siglo XX, sus causas, sus consecuencias, sus impulsores. Y precisamente sobre estos últimos me quiero hacer mi propia reflexión. Basta acudir a las hemerotecas para comprobar que los analistas políticos ni los historiadores se ponen de acuerdo en atribuir la responsabilidad y el mérito de la caida del muro y del derrumbe del sistema comunista europeo. Algunos hablan de Gorbachov como el principal impulsor. Otro del canciller alemán, Helmut Kohl (entre ellos, él mismo, en una postura no demasiado humilde), o de las políticas de estrangulamiento económico de la URSS aplicadas por Gobierno norteamericano desde la presidencia de Ronald Reagan. De la resistencia de Lech Walesa y su sindicato Solidaridad. De las autoridades húngaras al permitir la huida de miles de alemanes a través de su frontera con Austria. O incluso del Papa Karol Wojtyla.


Todos ellos tuvieron, lógicamente, su parte de mérito, aunque ninguno de ellos, o incluso todos juntos, hubieran conseguido éxito sin la valentía del pueblo berlinés. Pero la caída del Muro probablemente hubiera quedado en un simple acontecimiento histórico sin el éxito de la posterior reconstrucción alemana. Y ahí es donde quiero llegar: ¿Quien tiene el mérito de la reconstrucción? Y para ello no tenemos más remedio que acudir a datos económicos:

El 1 de julio de 1990 se produjo la unión económica y monetaria de Alemania. Alemania del Este pasó a regirse por los principios de la economía de mercado, propiedad privada, la competencia y libertad de circulación de bienes y capitales. Y se introdujo como moneda el marco alemán. Pero el crítico estado de la economía oriental debilitó la moneda e hizo necesario realizar un trasvase de capital a la parte del Este.

La recuperación se hizo a fuerza de un elevado déficit fiscal, generando una inflación del 5%. Esto obligó al gobierno a subir los impuestos e incluso crear alguno nuevo solo para ello, y al Bundesbank (Banco Central) a elevar los tipos de interés. De este modo, obligó al resto de países europeos a elevar los suyos para que los capitales no fueran a Alemania para aumentar sus rendimientos. Esto generó un freno en la economía de Europa que se extendió entre los años 1991 – 1995. Y ello tuvo también efectos en el mercado laboral, ya que la tasa de desempleo aumentó en todos los países (en España se llegó a una paro cercano al 25%). Y ello incluso retrasó la unión monetaria.

Como vemos, no sólo los alemanes pagaron la reunificación, sino que ello tuvo consecuencias para todos los países europeos, y por supuesto para sus habitantes.

 Ahora que Alemania se ha erigido como la principal potencia económica europea, no estaría de más que la autoridades alemanas recordaran que el proceso de su reunificación y de la reconstrucción de Alemania de Este, de la que procede su actual situación de privilegio, la sufrieron entonces todos los europeos. De bien nacidos es, o eso dicen, ser agradecidos.


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